2.1.Cambios en la capacidad de adopción
de perspectivas interpersonales
Para comprender
cómo llegamos a comprender el mundo social y
emocional, a pesar de su complejidad e imprevisibilidad,
es necesario tener en cuenta el papel que en dicha comprensión
tiene la empatía, o tendencia disponible desde
nuestra primera infancia a sentir lo que siente el otro;
que en estas primeras edades se produce mediante mecanismos
involuntarios mínimamente cognitivos, y que proporciona
señales no verbales, basadas en datos fisiológicos,
que relacionan la conducta del otro con la propia conducta
pasada, alertando al sujeto sobre el hecho de que el
otro está teniendo una experiencia afectiva y
pudiéndole proporcionar información básica
sobre la misma. La empatía, por lo tanto, no
es solo una de las principales motivaciones para la
solidaridad, como habitualmente se reconoce, sino que
constituye también una importantísima
fuente de información para comprendernos a nosotros
mismos y comprender a los demás.
El componente cognitivo
de la empatía, o capacidad de adopción
de perspectivas, se basa en el conocimiento de que el
otro es, en cierto sentido, como el yo y que aquél
conoce o responde a éste en función de
un sistema de expectativas complementarias. En otras
palabras, a través de un mismo proceso de adopción
de perspectivas, obtenemos la información del
mundo social. Conocemos a los demás al ponernos
en su lugar y nos conocemos a nosotros mismos al compararnos
y diferenciarnos de ellos. Desde esta perspectiva, la
calidad de la educación para favorecer el desarrollo
social depende, en buena parte, de la variedad de oportunidades
que proporciona para desempeñar distintos papeles
y perspectivas y de la reciprocidad que permite en dicho
proceso.
La capacidad para ponernos
en el lugar de otras personas puede ser considerada,
además, como un requisito necesario para inhibir
la violencia así como para aprender a resolver
conflictos de forma inteligente y justa. Conviene recordar,
en este sentido, que la mayoría de los conflictos
que experimentamos implican, en mayor o menor grado,
a varias personas y con gran frecuencia diversas perspectivas
que es necesario considerar. Por eso, para enseñar
a comprender y resolver los conflictos conviene estimular
el desarrollo de la capacidad de adopción de
perspectivas, proceso que puede llevarse a cabo a partir
de la siguiente secuencia:
1) Ponerse en el
lugar de los demás (de las otras perspectivas
implicadas), y comparar nuestra posición con
la suya.
2)
Considerar las diversas perspectivas implicadas con
un poco de distancia, pensando cómo las vería
una persona que no estuviera implicada en el problema.
3)
Considerar las diversas perspectivas implicadas desde
el punto de vista de la comunidad en la que se encuentran
y teniendo en cuenta los diversos papeles que en dicha
comunidad representan.
4)
Si en el conflicto se encuentran enfrentados varios
derechos fundamentales establecer una jerarquía
de prioridades.
En el apartado
2.3 (educar en valores a través
del debate y la discusión) y en el 4.6 (representación
de papeles y literatura) se describen con más
detalle pautas de intervención y actividades
específicas destinadas a estimular el desarrollo
de la capacidad de adopción de perspectivas,
cuyos cambios más significativos se describen
a continuación.
Cambios originados por el proceso
de adopción de perspectivas
La descripción
más completa y global realizada sobre cómo
va evolucionando con la edad la capacidad de adopción
de perspectivas es la realizada desde el enfoque cognitivo-evolutivo
por Selman (1980). Se incluye a continuación
un resumen de los cinco estadios descritos por dicho
autor.
1.-La
perspectiva egocéntrica (hasta los 6 años
aproximadamente), en la que el niño tiene cierta
conciencia de diferenciación entre el yo y el
otro pero no llega a distinguir las perspectivas personales,
ni lo subjetivo de lo objetivo. Ve a las personas como
entidades físicas. Por eso describe las diferencias
entre las personas en términos de tamaño
y fuerza. La experiencia psicológica se conceptualiza
como si fuera una realidad cuasifísica, sin diferenciar
lo que se manifiesta externamente de los procesos psicológicos
que no son directamente observables.
2.-La
perspectiva subjetiva (de los 7 a los 10 años
aproximadamente), ya reconoce la existencia de perspectivas
personales subjetivas y, por tanto, que el otro puede
ver las cosas de forma diferente a él. Pero se
centra en su propia perspectiva sin llegar a coordinar
puntos de vista. Ve a las personas como sujetos intencionales.
El niño se identifica con el punto de vista de
sus padres u otras figuras de autoridad y justifica
la obediencia porque cree que ellos saben más.
En la comprensión de los procesos psicológicos,
diferencia entre la experiencia subjetiva y lo externamente
observable y cree que hay correspondencia entre ambos.
3.-La
perspectiva auto-reflexiva, a partir de los 10 años,
puede ya coordinar su propia perspectiva y la del otro
pero sin ir más allá. Ve a las personas
como sujetos con capacidad de introspección.
Cree que los hijos necesitan a sus padres como guías
y consejeros. Emerge la idea de que un hijo puede satisfacer
necesidades psicológicas de sus padres. Admite
que los adultos no siempre tienen razón y por
ello rechaza la obediencia absoluta. Reconoce que lo
que manifestamos externamente y lo que pensamos o sentimos
pueden ser contradictorios y que las apariencias engañan;
así como la posibilidad de controlar voluntariamente
las emociones.
4.-La
perspectiva mutua, a partir de los 14 años,
comprende que él y el otro pueden asumir la perspectiva
de una tercera persona, de un observador imparcial.
Ve a los demás como personalidades estables.
Conceptualiza el yo como observador y observado, como
un agente activo que construye su propia experiencia,
lo cual le permite reconocer la posibilidad de controlar
voluntariamente pensamientos y emociones. La función
de los padres es proporcionar apoyo psicológico
al hijo, manifestando tolerancia y respeto. Percibe
que los padres pueden querer tener hijos como una extensión
de sí mismos porque el yo se manifiesta también
a través de la influencia en los demás.
Reconoce que la falta de aceptación puede generar
problemas en el desarrollo y una actitud de hostilidad
que dificulte las relaciones con los demás. Conoce
ya algunos mecanismos de defensa, por ejemplo que los
adultos (padres, profesores) pueden expresar su propia
frustración en el deseo de controlar a los hijos
o alumnos.
5.-La
perspectiva sociológica, a partir de los
18 años, va más allá de la perspectiva
mutua para situarla en el marco del sistema social,
para adoptar el papel de un otro generalizado, independientemente
de su posición y experiencia. Ve a las personas
como sistemas complejos en los que se integran diversos
rasgos y valores.
Las
edades indicadas en cada estadio reflejan el momento
en que suele comenzar, conviene tener en cuenta que
existen importantes diferencias individuales en este
sentido. No todos los adultos llegan a los últimos
estadios. Por otra parte, en los problemas que nos plantea
la vida cotidiana no siempre razonamos al nivel superior
para el que estamos capacitados. En las discusiones
familiares, por ejemplo, esto suele suceder a menudo;
en dichas discusiones suele reflejarse lo que se ha
denominado egocentrismo generacional, o tendencia a
ver la propia situación como más crítica
que cualquier problema pasado o futuro, debida a la
limitación del ser humano para procesar información
temporal, que le lleva a centrarse en el presente.
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