2.3. Educar en valores a través
del debate y la discusión
El papel de la discusión entre
compañeros
Los estudios
realizados durante las tres últimas décadas
en distintos contextos culturales han demostrado la
eficacia que la discusión y el debate entre compañeros
puede tener en la educación en valores, para
favorecer el desarrollo de la capacidad de adopción
de perspectivas y el avance hacia el razonamiento moral
basado en el respeto a los derechos humanos.
Para valorar los resultados
obtenidos en dichos estudios conviene tener en cuenta
que la interacción entre compañeros es
fuente de reciprocidad, conflicto y autonomía,
en mucho mayor grado que las relaciones asimétricas
que el niño establece con el adulto, en las que
aquél ocupa siempre un mismo papel que difícilmente
puede intercambiar con éste (Piaget, 1932).
De acuerdo con el principio
de desajuste óptimo planteado por Piaget, puede
explicarse por qué la discusión entre
compañeros en grupos heterogéneos suele
resultar mucho más eficaz para favorecer el desarrollo
que escuchar al profesor o discutir con él. En
este sentido, las investigaciones llevadas a cabo por
la Escuela de Ginebra (Doise, Mugny y Perret Clermont,
1978) han permitido comprobar experimentalmente la eficacia
del conflicto que surge al discutir entre compañeros
en la comprensión del mundo físico (lógica,
geometría...) en niños de 5 a 8 años
. Sus resultados sugieren que la interacción
entre compañeros puede resultar incluso más
eficaz que la interacción con adultos para aprender
a resolver determinados problemas. Y es que relacionarse
con un punto de vista percibido claramente como erróneo
puede favorecer más el desarrollo (por permitir
cuestionarse simultáneamente el propio punto
de vista y el del otro) que con un punto de vista muy
superior (más difícil de comprender y/o
de ser puesto en duda por el niño).
Eficacia de la discusión en
el razonamiento moral
Los estudios
realizados con adolescentes han permitido comprobar
la eficacia del conflicto que se produce al discutir
con los compañeros en grupos heterogéneos
para favorecer el desarrollo de niveles superiores de
razonamiento moral. En la primera de dichas investigaciones,
Blatt y Kohlberg (1975) comprobaron con alumnos de once
a dieciséis años, la eficacia de un curso
de discusión moral de 18 sesiones. En el cual,
los alumnos discutían, en grupos heterogéneos,
sobre determinados dilemas hipotéticos (previamente
diseñados); y el profesor intervenía aclarando
y apoyando los argumentos pertenecientes al estadio
superior al que se encontraba la mayoría del
grupo. La comparación de los resultados obtenidos
antes y después del programa por los alumnos
del grupo experimental y por los del grupo de control
demostraron la eficacia de la discusión para
mejorar el estadio de razonamiento tanto a corto como
a largo plazo . Cuando se preguntó a los estudiantes
por esta experiencia, se encontró que los que
manifestaron un mayor interés por ella, expresando
incluso que había supuesto para ellos un auténtico
conflicto, eran los que más se habían
beneficiado del tratamiento experimental.
Con posterioridad
al trabajo de Blatt y Kohlberg se han llevado a cabo
numerosas investigaciones en la misma línea.
En las revisiones publicadas en este sentido se describen
más de cuarenta trabajos que apoyan la eficacia
de la discusión moral para estimular en los adolescentes
el desarrollo de niveles de razonamiento (relatividad
de las diferencias sociales, derechos humanos universales,
condiciones históricas de las situaciones de
marginación...) que favorecen la superación
de los prejuicios sociales en general. Las investigaciones
que hemos realizado en contextos interétnicos
han permitido comprobar la posibilidad de adaptar con
eficacia dichos métodos desde los primeros años
de escolaridad para disminuir los prejuicios étnicos
y favorecer la tolerancia .
Como demuestran
los estudios anteriormente mencionados, en determinadas
condiciones, el conflicto se convierte en el motor del
desarrollo. En la vida escolar, sin embargo, los conflictos
son a veces conceptualizados exclusivamente desde un
punto de vista negativo; en función del cual
tienden a ser evitados o negados, privando con ello
a los alumnos de oportunidades necesarias para aprender
a comprender y a resolver conflictos.
El reconocimiento
del valor educativo del conflicto tiene una especial
significación en los contextos heterogéneos,
como son aquellos que integran a alumnos de distintos
grupos étnicos o culturales, al ayudar a reconocer
la diversidad que existe en dichos contextos como una
excelente oportunidad para aprender a ser tolerante
y a resolver conflictos en una sociedad que cada vez
es más heterogénea y conflictiva. En los
contextos homogéneos hay menos conflictos, pero
también menos oportunidades para aprender a resolverlos.
Pautas para desarrollar el debate
y la discusión entre compañeros/as
Los estudios
que hemos realizado en España, sobre programas
de más de quince sesiones basados en la discusión
entre compañeros, siguiendo las pautas que se
describen en el apartado 3.2, el currículum
de la no violencia, demuestran la eficacia de este
procedimiento para favorecer estadios y valores más
próximos a la filosofía de los derechos
humanos de los observados al principio, pero también
para mejorar las relaciones en el aula, integrar a los
alumnos de riesgo y prevenir la violencia.
En el apartado 4.6, sobre
representación de papeles y literatura, pueden
encontrarse las pautas para adaptar este procedimiento
de forma que pueda ser utilizado con niños, a
través de cuentos.
Para favorecer la eficacia de la discusión
entre compañeros en secundaria, es preciso:
1) Crear un
clima de confianza que favorezca la comunicación
entre los alumnos y disminuya la orientación
al profesor. Los estudios realizados, en este sentido,
ponen de manifiesto que la comunicación con compañeros
que tienen perspectivas de un nivel evolutivo próximas
pero distintas, parece favorecer más el desarrollo
(por permitir cuestionarse simultáneamente el
propio punto de vista y el del otro) que la comunicación
con adultos que exponen perspectivas de nivel evolutivo
muy superior, más difícil de comprender
y/o de ser puesto en duda por el alumno.
2) Dividir
la clase en grupos heterogéneos. Para adaptar
el procedimiento de la discusión entre compañeros
a los objetivos de nuestros programas (prevenir la violencia
y las características de riesgo) es muy importante
que en los subgrupos de discusión se incluyan
alumnos con distintas perspectivas en relación
al conflicto tratado: distintas estructuras de razonamiento
(o estadios) y/o distintos estilos u orientaciones (heterónomos
y autónomos), nivel de integración en
el colectivo de la clase y actitudes hacia la violencia.
Para evaluar dichas características pueden utilizarse
la Escala de Razonamiento Moral (incluida en el apartado
2.4) y el Cuestionario Sociométrico
(incluido en el apartado 1.8).
3) Discusión
en subgrupos e integración final. La división
de la clase en subgrupos permite que todos los alumnos
participen activamente en la discusión y favorece
que aparezcan discrepancias. Para que la discusión
genere conflicto y estimule el desarrollo es imprescindible
que el alumno participe activamente en ella. Sólo
cuando es así, motivado probablemente por el
deseo de convencer a un compañero que se percibe
equivocado, produce la activación emocional necesaria
para buscar una nueva reestructuración al problema.
El procedimiento
más habitual para conseguir esta condición
consiste en: 1) plantear en un primer momento una discusión
con toda la clase, lo cual permite conocer los distintos
puntos de vista que existen sobre el tema; 2) formar
después pequeños grupos de discusión
(de cuatro o seis alumnos) heterogéneos respecto
a dicho criterio (la perspectiva en el problema que
discuten) para favorecer así el surgimiento de
discrepancias y la participación activa de cada
uno de ellos; 3) y por último, volver a plantear
el tema en una discusión colectiva en la que
cada portavoz expone las conclusiones de su grupo así
como los principales argumentos esgrimidos.
A continuación se incluye
un vídeo, realizado dentro de un convenio con
el INJUVE en los Programas de educación para
la tolerancia y prevención de la violencia en
los jóvenes (Díaz-Aguado, 1996), en el
que puede verse la última fase de una discusión
sobre el racismo.
4) Adecuar el
procedimiento de la discusión a la competencia
cognitiva y comunicativa de los alumnos y/o estimular
el desarrollo de dichas competencias. La adaptación
del método de la discusión a niños
menores de 12 años es más eficaz cuando
se dispone de materiales adecuados previamente elaborados
en el nivel de desarrollo potencial de los alumnos a
los que va dirigido (como el cuento sobre la intolerancia
y la violencia que se incluye en el apartado 4.6, y
cuando se utilizan procedimientos de dramatización
que permitan compensar las limitaciones cognitivas y
comunicativas con la información y motivación
que proporciona la activación empática.
Por otra parte, puede mejorarse la eficacia de la discusión
desarrollando previamente los requisitos cognitivos
o comunicativos exigidos para ello. Con el objetivo
de ponerlos en marcha, es aconsejable iniciar la práctica
de este método con una o varias sesiones en las
que se favorezcan dichos requisitos. En este sentido,
suele resultar conveniente llevar a cabo la primera
sesión con la técnica de la rueda a partir
de un documento, audiovisual o literario, que genere
un fuerte impacto emocional, y transmita un mensaje
relevante para la construcción de la no violencia,
como la actividad descrita en el apartado 4.4.
5) Estimular
el proceso de adopción de perspectivas. Para
estimular dicho proceso puede resultar conveniente pedir
sucesivamente a cada uno de los alumnos que representen
la perspectiva contraria a la suya tratando de convencer
a los demás. Así como la utilización
de distintas estrategias de cuestionamiento (preguntando
el por qué de cada decisión, complicando
las circunstancias de la situación, presentando
elementos que pasan desapercibidos).
6) Relacionar
la discusión con la vida real de los alumnos.
Los estudios realizados sobre la eficacia de la discusión
como procedimiento educativo apoyan claramente la conveniencia
de utilizar, siempre que sea posible, dilemas reales
de la vida de los alumnos; dilemas que pueden suscitarse
a partir de la discusión de materiales previamente
diseñados adecuados a su nivel de desarrollo
potencial y en los que se reproduzcan situaciones hipotéticas
sobre conflictos próximos a los que realmente
viven. Es muy importante, en este sentido, favorecer
en los alumnos una actitud reflexiva y positiva sobre
los conflictos de su vida cotidiana así como
sobre sus posibles soluciones.
7) Incluir el
procedimiento de la discusión como un componente
dentro de programas globales de intervención.
Para que los cambios originados por la discusión
y representación de conflictos se mantengan y
generalicen es imprescindible que este procedimiento
se incluya dentro de un modelo general de intervención
en el que se proporcione evidencia directa en la dirección
de los objetivos propuestos, que en el caso de los programas
que aquí se presentan trata de proporcionarse
a través del aprendizaje cooperativo (apartados
1.5 y 1.6),
las experiencias en resolución de conflictos
reales (4.2, 4.5,
4.6) y la democracia participativa
(5.2).
El punto de vista de profesores y
alumnos
Las investigaciones
que hemos realizado, reflejan la eficacia de la discusión
entre compañeros para estimular el conflicto
sociocognitivo, dar a los alumnos un papel mucho más
activo en su propio aprendizaje, y favorecer la comprensión
de sus propios procesos cognitivos; eficacia que suele
ser reconocida por los alumnos y alumnas de secundaria
que participan en los programas.
ALUMNO DE 4º DE E.S.O.: "Me
gusta mucho la forma de trabajo grupal, las puestas
en común y eso. (...) Porque además
de basarte en tu propia conclusión te basas
en las demás y más que nada porque te
abres a otras opiniones y, aunque no quieras, piensas
sobre las opiniones de los demás, y son buenas,
o sea, todos llegamos a lo mismo; pero que las desarrollamos
de diferente manera, cada uno tiene su forma de entender
una pregunta. (...) Yo creo que un debate sin que
tengas otro que te lleve la contraria no es un debate
(...) es así como llegas a entender mejor la
cosa. No es un plan de llegar, coger el libro y ponerte
a estudiar y que te entre en la cabeza, sino que lo
vas entendiendo tú, poco a poco. Y yo creo
que es la mejor manera. Y cuando había diferencias
de opinión dentro del grupo, ¿qué
hacíais? Pues pensar razones para apoyar
nuestra conclusión, en la que nos basamos;
decir "esto es así por estas razones",
y encontrar razones y razones".
ALUMNA DE 4º DE ESO: (La discusión)
"me parece que es algo que se debería
hacer más a menudo (...) En las clases normales
... te sientas, atiendes, coges apuntes, escuchas
lo que te dice el profesor pero el profesor no sabe
lo que tú quieres decir, y entonces me parece
que así es una manera de expresarte, algo como
libertad de expresión. ¿Qué
te ha aportado a ti personalmente? Me ha aportado
el saber expresarme con más claridad. Y poder
de esta manera..., es como si tú tienes algunos
criterios y los piensas, pero al decirlos a la gente,
al expresarte, sabes más de lo que tú
sabes; es como si te empezaras a dar cuenta de tus
propios pensamientos, y creo que está muy bien
realmente, porque además de aprender, aprendes
a compartir opiniones".
Como se refleja
en los anteriores protocolos, la discusión entre
compañeros desarrolla la competencia comunicativa,
la capacidad de adopción de perspectivas, y como
consecuencia de ello la tolerancia y las relaciones
que se establecen en el aula. Resultados que también
suelen ser observados por el profesorado que aplica
dicho procedimiento.
PROFESORA DE HISTORIA, BACHILLERATO (...)
ha servido para que los alumnos desarrollen ciertas
habilidades de comunicación: saber escuchar,
respetar la opinión de los demás y comprenderla,
saber enfocar un conflicto o un tema desde varios
puntos de vista y, en general, ser más tolerantes
con sus compañeros".
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