5.3. PAUTAS PARA LOS PROCEDIMIENTOS DE
DISCIPLINA
Para mejorar
la eficacia educativa de las medidas disciplinarias
conviene tener en cuenta que:
1.-Uno
de los objetivos de la disciplina es enseñar
a respetar ciertos límites. Los estudios
realizados sobre este tema reflejan que el respeto de
dichos límites mejora cuando las normas son claras
y coherentes, han sido elaboradas por todos los miembros
de la comunidad escolar, incluidos los alumnos, y éstas
se aplican a todos según unos principios previamente
aceptados.
2.-La
impunidad ante la violencia genera más violencia.
La eficacia de dichos límites, y del contrato
social en cuyo contexto se establecen, se reduce cuando
las transgresiones graves quedan impunes. Conviene tener
en cuenta, en este sentido, que la violencia está
siempre más allá de los límites
permitidos en cualquier contrato social democrático.
Y que la impunidad ante la violencia que a veces se
produce en la escuela es un grave obstáculo para
enseñar a combatir este problema.
3.-La
sanción debe contribuir a diferenciar entre agresores
y víctimas, superando distorsiones. Los estudios
realizados en contextos muy diversos reflejan que la
impunidad ante la violencia hace que ésta genere
más violencia debido a que los agresores (y las
personas que se identifican con ellos) la interpretan
como un apoyo implícito, transmitiendo que aunque
en teoría se condena la violencia, en la práctica
se aprueba. Esto hace que las víctimas sufran
lo que ellas mismas describen como una nueva victimización.
Así, la impunidad contribuye a reforzar dos graves
distorsiones que potencian la violencia, que llevan,
en su forma más extrema, a asociar la conducta
del violento con la del héroe, y, con mucha frecuencia,
a culpabilizar de dicha violencia a la víctima.
En este sentido, una de las funciones de la sanción
es establecer con claridad quién es culpable
y quién no lo es; enseñando a asumir responsabilidades
a quién las tiene y a no sentirse culpable a
quién no lo es.
4.-La disciplina
debe favorecer cambios cognitivos, emocionales y conductuales
en la dirección de los objetivos educativos y
estimulando la capacidad de adopción de perspectivas.
Los estudios realizados sobre las deficiencias psicológicas
que caracterizan a los jóvenes violentos reflejan
que éstos suelen tener, entre otros, los siguientes
problemas: 1) dificultades para comprender las consecuencias
que su conducta produce en los demás; 2) distorsiones
emocionales que les impiden sentir empatía y
les llevan a culpar a la víctima de su propia
violencia; 3) y falta de habilidades para afrontar la
tensión y resolver los conflictos de forma no
violenta. Los procedimientos de disciplina deberían
contribuir a superar estos tres tipos de deficiencias,
ayudando a que el violento se ponga en el lugar de la
víctima, entienda lo destructiva que es la violencia,
se arrepienta de haberla utilizado, intente reparar
el daño originado y desarrolle alternativas constructivas
para no volver a recurrir a ella en el futuro en situaciones
similares. La eficacia educativa de la disciplina mejora
cuando estos componentes son integrados con coherencia
dentro de un proceso global.
5.-El
respeto a los límites mejora cuando se aprenden
habilidades no violentas de resolución de conflictos.
Para evitar que las conductas antisociales se repitan
conviene analizar siempre qué función
han podido cumplir y como desarrollar alternativas tanto
en el individuo como en el contexto. Y para conseguirlo,
conviene tener en cuenta que los jóvenes violentos
suelen tener dificultades para comprender y resolver
los conflictos y tensiones que experimentan; como consecuencia
de lo cual se comportan de una forma que tiende a obstaculizar
no sólo el bienestar de sus víctimas sino
también su propio bienestar, porque con su violencia
aumentan (por lo menos a medio y largo plazo) las tensiones
y conflictos que originaron su conducta violenta. Ayudarles
a descubrirlo y enseñarles procedimientos sistemáticos
para resolver de forma más inteligente y justa
sus tensiones y conflictos puede ser, por tanto, un
procedimiento muy eficaz para prevenir la violencia.
Los estudios realizados sobre este tema reflejan que
dichos jóvenes suelen tener alterado todo el
proceso a partir del cual se analizan y resuelven en
la vida cotidiana los problemas interpersonales, proceso
que incluye las seis habilidades siguientes, sobre las
cuales habría que centrar la intervención:
1) definir adecuadamente el conflicto identificando
todos sus componentes e integrando en dicha definición
toda la información necesaria para resolverlo;
2) establecer cuáles son los objetivos y ordenarlos
según su importancia; 3) diseñar las posibles
soluciones al conflicto y valorar cada una de ellas
teniendo en cuenta las consecuencias -positivas y negativas-
que pueden tener para las distintas personas implicadas
en la situación; 4) elegir la solución
que se considere mejor y elaborar un plan para llevarla
a cabo; 5) llevar a la práctica la solución
elegida; 6) valorar los resultados obtenidos y, si no
son los deseados, volver a poner en práctica
todo el procedimiento para mejorarlos. Los procedimientos
de resolución de conflictos que se incluyen en
el apartado 4.2 (enseñar a
pensar), y 4.3 (ayudar a afrontar
el estrés) pueden ser utilizados, en este
sentido, como complemento de los procedimientos disciplinarios
para ayudar a cambiar la conducta y prevenir reincidencias.
6.-Es
preciso que la disciplina ayude a luchar contra la exclusión
en lugar de aumentar su riesgo. Desde los primeros
estudios longitudinales sobre el origen de la violencia,
se ha observado continuidad entre determinados problemas
relacionados con la exclusión, tal como se manifiesta
en la escuela desde los 8 o 10 años de edad,
y el comportamiento violento en la juventud y en la
edad adulta. Según dichos estudios, los adultos
violentos se caracterizaban a los 8 años por:
1) ser rechazados por sus compañeros de clase;
2) llevarse mal con sus profesores; 3) manifestar hostilidad
hacia diversas figuras de autoridad; 4) expresar baja
autoestima; 5) tener dificultades para concentrarse,
planificar y terminar sus tareas; 6) falta de identificación
con el sistema escolar; 7) y abandonar prematuramente
la escuela. Los resultados obtenidos en nuestras investigaciones
con estudiantes de secundaria sugieren también
que la exclusión social puede estar en el origen
de su identificación con la violencia y la intolerancia;
puesto que dichos jóvenes se diferencian, además,
del resto de sus compañeros y compañeras
de clase, por: razonar en situaciones de conflictos
entre derechos de forma más primitiva (más
absolutista e individualista); justificar la violencia
y utilizarla con más frecuencia; llevarse mal
con los profesores; ser rechazados por los otros chicos
y chicas de la clase, y ser percibidos como agresivos,
con fuerte necesidad de protagonismo, inmaduros, antipáticos
y con dificultad para comprender la debilidad de los
demás. Perfil que refleja como causas posibles
de la intolerancia y la violencia la dificultad para
sentirse aceptado y reconocido por la escuela y el sistema
social en el que se incluye. Resultado que apoya una
vez más la importancia que la lucha contra la
exclusión tiene para prevenir la violencia; así
como la necesidad de tenerla en cuenta en las medidas
de disciplina que con estos jóvenes con alto
riesgo de exclusión se tomen.
7.
-Conviene incluir la disciplina en un contexto de
democracia participativa. Los estudios realizados
sobre las condiciones que influyen en el respeto a las
normas reflejan que cuando se exige a los jóvenes
que se limiten a obedecer las reglas que otros han creado,
suelen sentirse pocos comprometidos con su cumplimiento.
Al contrario de lo que sucede cuando los y las jóvenes
participan realmente en la organización de la
vida en común, y de las acciones que será
preciso llevar a cabo cuando se transgreden. Y es que
cuando todos los miembros de la comunidad tienen un
papel activo en la creación de la normas y éstas
se conceptualizan como un medio para mejorar el bienestar
de todos y de todas, su imcumplimiento deja de representar
una mera desobediencia y pasa a ser comprendido como
una incoherencia, como falta de lealtad, con uno mismo
y con el grupo al que se siente pertenecer. Por eso,
las pautas que se describen en el apartado 5.2,
sobre la construcción de la
democracia desde la escuela, crean el contexto idóneo
en el que insertar los principios que aquí se
proponen para mejorar la eficacia de la disciplina.
Conviene
tener en cuenta, por otra parte, que para prevenir los
frecuentes comportamientos disruptivos que surgen en
algunas aulas hoy, es preciso desarrollar objetivos
y proyectos académicos en todos los alumnos.
Para lo cual pueden utilizarse las innovaciones que
se describen en el apartado 1.5 (aprendizaje
cooperativo en primaria) y 1.6 (aprendizaje
cooperativo en secundaria).
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